domingo, 10 de julio de 2016

La muerte inesperada



Qué cosas tiene la vida, donde la muerte baila a sus anchas cada tarde, llega de pronto la muerte inesperada. 
Y de ahí no salgo. 
Viene a mi memoria, y a triturarme la cabeza machacona, la muerte de Víctor Barrio, caído en las arenas de Teruel víctima de un toro de Los Maños que le partió el pecho, cuando casi Víctor Barrio estaba ya tocando el cielo terrenal con las dos manos.
Dada una a pocos sentimentalismo y a solar alharacas en tiempos de duelos, flores y cánticos, lágrimas y jipíos, negada para el requiebro cuando la pena cunde y el recogimiento se impone, la muerte de un matador de toros, de los de feria, corneado a plaza llena en día de fiesta, tendría que venir a redimirnos a todos nosotros como advertencia divina, profesionales y afición, y entonces la historia del toreo tendría que levantarle un monumento a Víctor Barrio en agradecimiento eterno, en su recuerdo y porque su muerte no fue en vano, para que el mundo venidero le rindiera honores por los siglos de los siglos.
Adiós, matador castellano algo amanoletado, jamás te olvidaremos, el precio ha sido alto pero la Gloria lo será más.

En mi nombre y en el de los lectores de este blog,
 rendimos nuestro más sentido pésame a su familia, padres, esposa e hijo en especial, a sus amigos y a sus partidarios, para que sepan que compartimos con ellos el enorme dolor.

2 comentarios:

el Chulo dijo...

Ay condesa, Cuando muere un matador de toro o un torero, me quedo muy mal. En general nunca insulto a un torero en la plaza porque el peligro queda vigente. Despues, es otra cosa!
La verdad tambien es que para que la corrida quede credible, la que huele a arte, miedo, bravura y verguenza, los hombres han de dejar su sangre en la pista y hasta su corazon partido, para olvidar los espectaculos vergonzosos.
besos guapa

La condesa de Estraza dijo...

Parece que nos vamos normalizando, querido Chulo, a ver cuánto me dura la cosa.
Al grano, según mi opinión y mi experiencia, la muerte de los toreros, en la arena, deja una extraña huella que no la dejan las demás muertes. A mí me tocaron cinco ya de adulta, Paquirri, Yiyo, Ramón Soto Vargas, Montoliu y Antonio el Campeño. Todos conocidos míos pues los toreros entonces nos vivían blindados y podía darse el caso de circular uno por la Gran Vía y encontrarte a Luis Miguel a media mañana tomando un aperitivo en la terraza de Fuyma, y saludarle con toda la naturalidad del mundo, que a él le encantaban esos reconocimientos y si eras chica, mejor.
Paquirri y el Campeño fueron amigos, amigos a través de Paco y Ángel Alcalde, Paquirri, y el Campeño por la buena relación que siempre he tenido con los grandes toreros de plata de Madrid: los Pirri, padres, el inolvidable Pacorro, nuestro Vittorio Gassman y el hombre más elegante que he conocido, los Pelucho, ese Boni grande, el Ali García Montes, Corbelle, Curro de la Riva, Periquito, Parrita... y, así y todo, tuve la suerte dentro de la desgracia de sólo presenciar una de de las cinco. De las de Paquirri y Yiyo me libré de milagro, ¡toreando Antoñete en Colmenar!, no estuve en Colmenar, algo maravilloso se interpuso en mis planes porque tenía todas las papeles para estar en ambas. De de las dos ocurridas en la plaza de Sevilla, una la vi por la televisión, y, la excepción, la de Antonio el Campeño, que no es que la presenciara, es que ocurrió ocurrió a mis pies, en Las Ventas, terrenos del tendido 4, yo en el 3 bajo pegada a la puerta de cuadrillas, como de costumbre.
Cuento estas batallitas, Chulo, amigo, porque como sabes de sobra soy bruja, y ejerzo, que me quemen en una pira, y ya insinúo yo en el texto que la muerte del joven Víctor Barrio tenía que venir a redimirnos (así parece que está siendo) y pronostico ahora desde aquí que ya verás como a partir de muerte tan gloriosa como la de Víctor Barrio, la plebe juvenil y recién llegada va a dirigirse de otra manera a los toreros.
Se acabó, para empezar, eso de dirigirse como "ese chico..." a toreros de fama cuando a los toreros aunque sea para despellejarlos se les ha tratado desde antiguo siempre de usted, o 'osté', hasta el punto que tiene escrito el impresentable fotógrafo de la empresa, el tal Juan Peligrín, Manón, retratista al que no le gusta el toreo de "ese chico", que lo que hace "ese chico" no es torear, y se refiere el simple este de la cámara a José Tomás, reaparición en Madrid, cuyo compromiso profesional de aquellas dos tardes del 2008 apabullaban a la afición, y que el Peligrín ayudó a boicotear en torno al sirvergüenza de Martín Ruiz Gárate, Taurofilia.blog, con Hornillos de turuta haciendo el ridículo como siempre en su papel de versallesco recadero.
Tú eso lo viviste en primera fila, pues, bien, eso, que es importantísimo, el uso del Tratamiento adecuado es básico, se ha terminado, lo de "ese chico" debe ser historia, o de lo contrario aquí no se aprenden las lecciones que, ateo tú, te digo yo que son dictadas desde arriba.
Bs, gabacho de mi corazón, te refresco mi agradecimiento eterno.

La condesa de Estraza

Pd: amigos lectores, ando mal de tiempo, no corrijo, va escrito del tirón, espero que hagan la vista gorda y muchas gracias por las visitas, que no decaen.